Ciudadanos criptonita

Sir Francis Bacon, filósofo y estadista inglés, citó con brillantez que "no hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente." Vemos con tristeza que esta frase nos queda casi a la medida en México y particularmente en nuestro querido Chihuahua.
Con este sabor a injusticia y a abandono que nos deja el tema del replaqueo con el que iniciamos el año, se nos mueve la conciencia y sacamos a flote en nuestro baúl de recuerdos, aquellas memorias donde, como ciudadanos, nos quedamos atados; donde sentimos nuestra confianza defraudada, por aquellos a quienes respaldamos en algún momento.
El sentirnos defraudados es un apartado casi tan personal, como cuando niños nos emocionabamos al ver una historieta. ¿Quién no siguió de pequeño cuadro por cuadro a algún súper héroe? Casi aseguraría que todos tuvimos o tenemos alguno de nuestra preferencia. Ya sea Batman, Superman o cualquier otro personaje.
Vestidos con su uniforme único y a la medida, fuertes, inteligentes, con poderes extraordinarios, capaces de enfrentar las peores calamidades, los peores enemigos, esos héroes, nos hacían soñar y a la vez sentir confianza. No podía haber monstruos bajo la cama si superman nos protegía...


Así pues, los tiempos cambian, crecemos, pero quizá nuestra mente fantasiosa siga intacta. Es probable que la situación actual de desengaño, de desilusión, que enfrentamos como sociedad sea equiparable a que si estos personajes con super poderes fueran desenmascarados ante los ojos atónitos de quienes les seguimos desde niños.
En la última elección, respetable interlocutor, si decidiste votar por algún candidato y no anular tu voto o simplemente abstenerte, recuerda, ¿Qué te movió a apoyarlo? ¿Escuchaste sus propuestas? ¿visitó tu colonia, tu casa, tu escuela? ¿te prometió y se comprometió a realizar acciones que no ha cumplido en la praxis? Si has respondido afirmativamente a por lo menos uno de estos planteamientos, entonces creo que debemos hacer juntos una reflexión.
Independientemente del partido al que hagamos referencia, décadas atrás hemos cometido un gravísimo error los ciudadanos: creer que los gobernantes, los funcionarios, los legisladores pueden ser súper héroes.
No recuerdo haber visto ningún personaje que en su faceta común y corriente se convierta en político. Se que algunos son reporteros, hombres de negocios, pero por más que me esfuerzo no recuerdo conocer algún súper héroe que sea también político y, creo que ésto se debe a que el oficio de la política demanda seres inteligentes y no astutos. Capaces y no encapuchados o disfrazados de verguenza. Que se destaquen por su capacidad de conciliar, de trabajar y no por tener vista de rayos X, músculos gigantes o vehículos asombrosos.
Pero en la realidad, en tiempos de campañas, llega un candidato a diputado y nos ofrece mejorar las calles de nuestra colonia, mejorar el servicio de limpieza de nuestra ciudad, elevar la calidad de la educación de nuestros niños... y algunas otras ideas brillantes, sin duda, pero fuera de su competencia legislativa.
Y peor aún, llega un candidato a gobernador diciendo que bajará los impuestos, que negociará el aumento a la pena de los delincuentes y aún más: hará de nuestro desierto de oportunidades, un lugar de encuentro de soluciones, y zas! llega al puesto y nos topamos con una realidad que rebasa las expectativas, pero negativamente.
Los políticos no pueden ser súper héroes, simplemente no pueden. Es falaz creer lo contrario. Nosotros, los ciudadanos los hemos creado en nuestro afán de querer que México sea un país desarrollado. Y aún más, hemos sido ilusos y hemos aceptado esas promesas que suenan bonito.
Sería estupendo que surgiera algún valiente, se quitara la camisa y descubriera en ello su súperdisfraz, que saliera volando por los aires y destruyera la inflación, el crimen organizado y que de pasada nos bajara los precios de la canasta básica y algunos empleos.
No hemos logrado una ciudadanía responsable, ya que en general a los ciudadanos no nos interesa saber si se hacen las cosas correctamente, hasta que nos resultan medidas que realmente afectan nuestra integridad personal, familiar o económica y ahí si comenzamos a cuestionar, pero no antes, no a tiempo.
Por las placas nos hemos manifestado y lo seguiremos haciendo, puesto que es un atropello el cobro tan elevado cuando se nos ofreció un pago razonable y justo, sin embargo ahí están las filas larguísimas para demostrar lo contrario. En parte es porque de nada nos ha servido manifestar la inconformidad por los atropellos que estamos sufriendo, pero aprendamos de esta lección y no volvamos a confiar nuestra representación a mentes limitadas, o mejor dicho, a corazones friós y lejanos del sentir popular sin oponer resistencia: debemos razonar, analizar nuestro voto.
Debemos ser "ciudadanos criptonita", capaces de deshacer las promesas vacuas de quienes quieran ser nuestros representantes, pero con la información necesaria de: las atribuciones y las limitaciones de los funcionarios; los perfiles necesarios para cubrir los diferentes niveles de la adminstración pública; los derechos que tenemos como ciudadanos.


No podemos exigir que no nos sigan engañando, si antes no investigamos que cosas sí pueden hacer y cuales no. Para que cuando venga la "temporada de enamoramiento electoral" podamos debatir y cuestionar a los aspirantes a cargos públicos. Y con nuestra mira de rayos X encontrar, de esa marabunta de propuestas, a los verdaderos candidatos, a aquellos que puedan con dignidad y honor llevar nuestro encargo a las curules, al palacio de gobierno, o la oficina que corresponda.
Cuando vengan a movernos los sentimientos, los rencores, las heridas, deberemos actuar y detenernos a tiempo. Más vale decir que no a una promesa de dádiva de cualquier índole (y no, "no es alusión al partido nuevo que querían registrar ante el IEE"), que arrepentirnos meses después por la ineptitud del funcionario electo.
La corrupción también sucede de este lado de la moneda, es dejarnos engañar sin tener la información necesaria para discernir para reflexionar y debatir, corrupción es permitir que nos utilicen y que en nuestro nombre hagan cosas que lastiman a nuestro pueblo, corrupción es dejar que cobren cheques gruesos con nuestros impuestos y no colaborar con nuestra parte de ciudadanos.
Si están allí, si votan por replaqueos y medidas que nos perjudican, si se hacen de la vista gorda ante la muerte diaria en nuestras calles y se hacen oídos sordos ante nuestras necesidades, es porque nosotros votamos por ellos.
Tristemente debemos aceptar nuestra parte de responsabilidad y no perderla de vista. Seamos "ciudadanos criptonita" y desmitifiquemos la política, interviniendo en ella desde nuestra casa, nuestro trabajo, nuestro entorno. Y no permitiendo que hipnoticen nuestras conciencias con promesas endulzadas artificialmente.
IMD

Comentarios

Anónimo dijo…
Sra. Irlanda Martínez, la redacción de sus artículos son muy buenos, sin embargo creo que le falta información para sustentar lo que señala en cada uno de ellos, un ejemplo? lo que dice sobre Proyecto Chihuahua, quienes pretendán ser una agrupación política NO un partido político, ya que si ese fuese el caso no traerían como propuesta que los partidos patito que existen en el Estado suban su cuota del 2 al 5% para de esa manera desaparecer a los que nunca hacen nada. Sería importante investigar a los partidos de todos los colores que ofrecen el mero dia de las elecciones??? a mi me parece importante lo que trae Proyecto Chihuahua porque es de los chihuahuenses para los chihuahuenses. Gracias.

Ximena Arellano
Anónimo dijo…
Querida Irlanda:
Muerte y crisis, definitivamente son dos palabras que describen el acontecer en nuestra querida ciudad, sin embargo, es importante destacar lo positivo que podemos encontrar en nuestro camino, y no necesariamente cerrar los ojos a lo que acontece en nuestro diario vivir o al actuar de las autoridades estatales, nuestro voto o abstención, es quién los tiene en el puesto que hoy desempeñan, tomemos la parte de responsabilidad que nos toca, y actuemos de manera consiente y comprometida, sin perder de vista que la vida (o Dios) nos ofrece un sinfin de momentos gratificantes, gracias a los cuales merece la pena vivir.

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