La libertad desde la Torre Eiffel


Se dice que al despertar en la mañana del 15 de julio de 1789, en el Palacio de Versalles, el Duque de Rochefoucauld informó a Luis XVI que la Bastilla había sido tomada por los parisinos, quienes se habían envalentonado a tomar las armas ante la inminente amenaza de ser enfrentados por los batallones de suizos y alemanes.

- "Pero ¿es una rebelión?" preguntó Luis XVI.
- "No, señor, no es una rebelión, es una revolución." respondió el duque.

Si esta conversación se suscitara en el México actual, la pregunta sería:
-¿Pero, es una peje-manifestación?...
-No mexicanos, es una pérdida de tiempo, una desviación de la atención para no dejarnos revolucionar nuestras ideas, nuestras mentes, nuestro país.

En fin. No merece mis letras este tipo de sujetos.

El tema es otro.

De nuevo en Francia, en la Asamblea que sucedió a la toma de la Bastilla, nació la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (una de las bases de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, gestada en las Naciones Unidas en 1948, precisamente en París) que en el cuarto, de sus diecisiete artículos dice, a la letra:

"La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no perjudique a otro: por eso, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene otros límites que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el goce de estos mismos derechos. Tales límites sólo pueden ser determinados por la ley."

Etonces, alguien puede decirme ¿En que nos perjudica que los niños que viven en nuestro campo acudan a la escuela con algo más que nada en el estómago?

¿Transgrede nuestra integridad que las mujeres indígenas puedan decidir sobre su vida laboral, familiar, sexual?

¿Nos hiere el reclamo de la sociedad por un poco de seguridad, de tranquilidad?

¿Nos perjudica que nuestros viejitos puedan tener dignidad, sin la marginación del abandono y del olvido en que los tenemos actualmente?

Sobra decir que la respuesta es NO. En ningún momento nos perjudicaría el debido ejercicio de estas libertades.

Pero, lamentablemente tampoco nos duele en nada que los demás no puedan ser libres. Libres de pensar, de hacer, de sentir.

Seguramente no hay algo con más valor, que el ser libre, pero la libertad propia debería estar condicionada, a la lucha que hicieramos por defender la libertad de los demás. Si no es así, la libertad propia, es inútil, absurda.

Hoy, que busco en el cielo una estrella que borre el destello doliente de la realidad, pido con todas mis fuerzas, que si alguien en París observa alguna vez el manto celeste, recuerde que hace muchos años sus compatriotas gritaban clamando por ser libres, para construir Patria con el sudor de su trabajo y la lucidez de su pensamiento.

Que no nos falten hombres y mujeres para hacer revolución, pero que se acaben los hipócritas, los caciques y los opresores. Que libertad hay mucha, regalémosla, defendámosla con la vida si es preciso y disfrutémosla gota a gota.




IMD
Jul/2008

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