Tercera Llamada

En el espectáculo que se ha convertido la política en los últimos tiempos, ha llegado la tercera llamada, el tercer y último acto de esta obra de la sucesión presidencial.

Han transcurrido seis meses entre campañas, escándalos, descalificaciones, chismes, topes de presupuestos, saturación de spots, exceso de propaganda… Dentro de todo este mar electorero, siempre ha persistido constante una sombra antagonista: La abstención.


Ese personaje malvado de la obra que se empeña en aparecer en un México que clama por la madurez política, en un México que día a día lucha por salir del oscuro pasado y evolucionar.

En el escenario se sitúan 5 propuestas distintas, de las cuales sobresalen tres.

Una, proveniente del partido de antaño, con una estructura desquebrajada y herida por el fuego interno, por la división y la falta de credibilidad con un candidato gris, falto de carisma y poco convincente.

Otra, de un partido más joven, con poca experiencia de gobierno y con un largo historial de vicios ya que gran parte de su militancia proviene de otros partidos. Conocidos por su habilidad para manejar a la opinión pública creando cortinas de humo, atrayendo a los jóvenes en masa, con la carnada de la rebeldía, de la izquierda revoltosa y no la izquierda positiva que ha surgido en otras geografías.

Esta segunda opción cuenta con un candidato “popular” y también “populista”, con un aire tropical traído desde tabasco que quisiera refrescar a todo el país, con un equipo de secuaces conocido por su corrupción y mañas, que carece de propuesta, de plataforma política y por el contrario con unos simples e ilusorios 50 puntos pretende convencer a la sociedad.
Por ahí se dice: “Que no haya ilusos, para que después no haya desilusionados”

Por último encontramos al candidato del partido que actualmente gobierna. Un candidato fresco, joven, preparado, que tiene como respaldo a un partido sólido, con principios doctrinarios y con una militancia sana, libre de corruptelas y sobre todo es un candidato con rumbo, con proyecto de nación y con posibilidades de materializar cada una de sus propuestas.

En este escenario, tenemos tres opciones: retroceder, estancarnos o avanzar.
Los invito a recordar los sexenios que antecedieron al de Vicente Fox.

¿Qué nos dicen las palabras: inflación, crisis, deuda?
¿Quién recuerda haber vivido tal apertura y respeto a la libertad de expresión?
¿Cuándo podíamos saber lo que realmente gastaba el gobierno y cómo lo gastaba?

Es verdad, el mundo avanza y los problemas cada vez son más graves, los ciudadanos no nos hemos cansado de exigir lo que es nuestro derecho, vivir con tranquilidad y paz.

El martes pasado se conmemoraron dos años de la mega marcha ciudadana en la capital del país, donde los participantes vestidos de blanco, exigieron mayor seguridad a las autoridades.

Recuerdo perfectamente las imágenes de la ciudad de México repletas de niños, jovenes, adultos, mujeres, hombres, indígenas, profesionistas, comerciantes, discapacitados, homosexuales… todos y cada uno de los ahí presentes, ejerciendo su ciudadanía, se manifestaron pacíficamente.

¿Y qué dijo el gobierno del Distrito Federal al respecto?

Descalificó el movimiento ciudadano y planteó su habitual “teoría del Complot”.

¿Qué podemos esperar de un gobernante que no cree en los ciudadanos?
¿Podemos nosotros creer en él?

Tengo 104 millones de razones para creer en méxico, y esas razones son mis hermanos, las y los mexicanos.

¿Quienes podemos cambiar las cosas sino nosotros?

Este domingo, acudamos a votar, invitemos a nuestros amigos, familiares, vecinos y cuando tengamos la boleta en la mano, reflexionemos ¿Qué país queremos para nosotros y para nuestros hijos en un futuro?

Si no participamos en la vida de nuestro México, entonces no tendremos cara para exigir lo que no estamos dispuestos a dar.


IMD ©2006

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