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Mostrando las entradas de agosto, 2014

Las enseñanzas de Iyengar (1918-2014)

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Este miércoles murió B.K.S. Iyengar, una de las figuras más influyentes del yoga en el siglo XX. Su muerte ocurrió en la ciudad de Pune, en la India; tenía 95 años y se dice que hasta hace un par seguía haciendo parados de cabezas y complicadas asanas. Iyengar visitó Estados Unidos en 1956 y a partir de sus enseñanzas una corriente del ashtanga yoga se popularizó en ese país y de ahí a otras partes del mundo. Aunque la versión que hemos asimilado del yoga tiene que ver más con el fitness y la cultura pop del bienestar que con la meditación y con los antiguos sutras, Iyengar enseñaba una disciplina mucho más férrea y comprometida, si bien es cierto que fue el primer maestro en enseñar yoga a clases de decenas de personas y no sólo a una como rezaba la tradición. Además incorporó una serie de props o aditamentos para la corrección del yoga, incluyendo cinturones, bloques o ligas que modernizaron la instrucción del yoga. Sin embargo sus clases eran sencillas y se concentraba solamente

Entevista con Dios (Parte II de II)

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Continuación de la entrada: Entrevista con Dios (Parte I de II) (...) -¿Cuál es tu lectura preferida, después de la Biblia, claro? -El periódico. Lo que más me interesa es el periódico, porque es la continuación de la creación, lo que hacen los hombres a partir de lo que yo dejé hecho. También me gusta la poesía, la buena poesía, se entiende. La otra, no pongo en ella mis ojos sino mi perdón. -Señor, ¿cuál es el pecado que miras con mayor indulgencia? -Confidencialmente te diré que no hay pecado por el que yo no tenga sino una infinita indulgencia. Sólo hay uno para el que reservo todo el peso de la justicia. La explotación del pobre. Publícalo, si quieres, a ocho columnas. (Cruzó un relámpago por entre su barba. Y me dio miedo). -Señor, ¿prefieres ser amado o temido? -Si tú eres padre, ya tienes la respuesta. -¿Te molesta que en el mundo haya ateos? -Te aseguro que muchos lo dicen y no lo son, otros me buscan aun sin saberlo, otros me llaman con distinto nombre y les

Sucedió en el bosque de tréboles

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Para Sara. Cuentan que una abeja, luego de sortear una intempestiva tormenta, se halló perdida en el bosque de tréboles. Hambrienta, con sed y sin brújula, recorrió cada uno de los tréboles, buscando saciar el vacío. Sus alas estaban heridas. Estaba a punto de rendirse, cuando una fuerza superior con gesto maternal la levantó del suelo, le dio a probar un poco de miel y la hidrató. Bastó un poco de amor para que la pequeña abeja emprendiera de nuevo el vuelo, ante la mirada dulce de la mujer que le encontró esa tarde en su bosque tréboles.