Helianthus
Sin duda hay días nublados. El cielo se cierra, se torna gris. Pareciera que hasta la luz se niega a tocarnos, que el sol deja de abrazar. Nuestro corazón desarrolla una piel más dura, mudamos. Salen algunas espinas que nos protegen de los depredadores. Nos va cubriendo el miedo, el luto, el dolor. Un día despertamos cubiertos de "otros", ajenos. En el margen de este proceso, nos sentimos sin raíces, flotando en la nada. Sólo hay una manera de regresar, de recobrar el color, el calor. Por más largo que sea el invierno, el sol sale de nuevo. Si dejamos que la transformación se complete, será difícil. Debemos procurar que por más adverso que sea el entorno, el corazón no se llene de espinas, se seque o convierta en un hígado cualquiera. Habrá un día en que el sol nos abrace de nuevo, que sintamos el cosquilleo travieso de sus rayos y volteemos la mirada hacia el cielo para disfrutar a plenitud su luz, su fuerza. Cuidemo...